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Francisco de Javier
Nació el 7 de abril de 1506 en el castillo de Javier. Su padre, Juan de Jaso era jefe del Consejo Real de Navarra en aquella época y su madre, María de Azpilicueta, de familia noble. Durante la infancia de Francisco Navarra sufrió grandes guerras y violencia. Sus hermanos mayores, Miguel y Juan, lucharon con el ejército de Don Federico de Toledo y su padre, ayudó al rey Juan de Albret a escapar al castillo de Lumbier.
Clima revuelto en Navarra
Cuando Francisco tenía cinco años, Navarra dejó de ser reino independiente y pasó a formar parte del reino de Castilla. Al poco tiempo la desesperación y la aflicción llevaron a su padre a la tumba. El castillo de Javier era lugar de reunión de todos aquellos que no se resignaron con la derrota y continuaron luchando por la independencia de Navarra. Sin embargo, las revueltas no tuvieron éxito y aquellos combatientes fueron vencidos en Roncal. Como castigo, derribaron las torres del castillo de Javier y llenaron sus fosas en 1516.
Castillo de Xabier
En aquel clima ofensivo, se encendió en el corazón de Francisco el deseo de convertirse en un famoso científico y tomó la decisión de marcharse a estudiar a la Sorbona de París.
Mientras tanto, en casa las cosas no iban mejor que antes. De hecho, los partidarios del rey Enrique II, tomaron Iruñea, en un intento de liberar Navarra. Allí se encontraban los hermanos de Francisco, Juan y Miguel, precisamente junto a las tropas que hirieron a Ignacio de Loyola. Tras ser derrotados en Noáin, se refugiaron en el castillo de Hondarribia, sin embargo, allí también fueron vencidos. Por ello, la amnistía concedida por Carlos I a los navarros en 1523, no fue aplicada a los hermanos de Francisco, porque fueron culpables de alta traición.
En la Sorbona con Ignacio de Loyola
Varios meses después de este suceso, cuando regresaron a casa, Francisco había tomado la firme decisión de ir a la Sorbona. Para entonces, ya había estudiado humanidades en Leire, Tafalla y Sangüesa. Tras realizar estudios complementarios en Iruñea, se marchó rumbo a París en 1525.
Una vez allí, se alojó en el colegio Santa Bárbara y se encontró con Ignacio de Loyola. La relación que tuvo con Ignacio fue decisiva, hasta el punto de cambiar el curso de su vida. Allí se encontraron los que fueron los fundadores de la Compañía de Jesús.
Hicieron los votos en Montmartre en 1534 y posteriormente, durante cuarenta días, los ejercicios espirituales bajo la dirección de Ignacio. Francisco permaneció dos años más en París estudiando teología, con el fin de ordenarse sacerdote.
Peregrino a Tierra Santa
Se reunió en enero de 1537 en Venecia con Ignacio y sus otros discípulos, y juntos decidieron ir en peregrinación a Tierra Santa. En primavera, visitaron al Papa en Roma. A punto de viajar a Palestina, estalló la guerra entre Venecia y los turcos, y tuvieron que suspender el viaje. Puesto que aquel propósito de peregrinar estaba entre los votos que hicieron en Montmartre y no lo habían cumplido necesitaron un permiso especial del Papa para recibir la ordenación sacerdotal el 24 de junio de 1537. Dando por perdida la oportunidad de viajar a Tierra Santa, se ofrecieron al Papa, para ir allí donde les enviara.
Francisco recorrió diversos barrios de Roma enseñando la doctrina cristiana, hasta que en nombre del rey de Portugal, el embajador portugués pide a Ignacio misioneros para la India.
Misionero por el mundo
Francisco parte de Roma el 16 de marzo de 1540 y llega a Lisboa en junio. Allí pasó nueve meses. El 7 de abril de 1541 embarcó para la India y después de un viaje largo y peligroso llegó a Goa el 6 de mayo de 1542. Durante los primeros cinco meses que estuvo en esta ciudad se dedicó al apostolado con los enfermos de los hospitales.
Haciendo sonar una campanilla llamaba a los niños para que fueran a escuchar sus sermones. Cuando se reunía un grupito lo llevaba a una iglesia y allí les enseñaba la doctrina. Hacia octubre de 1512 fue a los pueblos de los pescadores de perlas de la costa del sur de la península, con intención de revitalizar el cristianismo en aquella región, puesto que estaba casi perdido por falta de sacerdotes.
Pasó casi tres años desempeñando la labor misionera en el oeste de la India. En sus andanzas llegó hasta Sri Lanka. Convirtió al cristianismo a muchos, a pesar de que tenía grandes dificultades, porque algunos de los reyes locales perseguían a los cristianos y también porque los soldados portugueses en lugar de ser ejemplo de cristianismo eran unos viciosos.
En la primavera de 1545 Javier marchó a Malaca. Hasta final de año estuvo trabajando allí y hacia enero de 1546 marchó a las islas Molucas, ya que también allí tenían algunos asentamientos los portugueses, y pasó año y medio predicando de isla en isla. Parece ser que también estuvo en la isla de Mindanao y por eso se ha solido decir que San Francisco Javier fue el primer el primer apóstol de Filipinas. Sin embargo esto no es algo probado.
Para julio de 1547 estaba de nuevo en Malaca. Allí un japonés le dio mucha información acerca de su país. Entonces le surgió el interés por introducir el cristianismo en Japón, pero las obligaciones que tenía en la Compañía le obligaron a ir a Goa, acompañado del japonés. En los seis años que había pasado fuera de aquella ciudad otros compañeros jesuitas habían llegado allí enviados por San Ignacio desde Europa y algunos nativos habían ingresado en la Compañía. En 1548 distribuyó a estos misioneros por distintas misiones de la India. También creó un noviciado y una vez de que el sacerdote español Cosme de Torres, que había conocido en las Molucas, se hiciera jesuita, acompañado de éste y del hermano Juan Fernández, partió para Japón a finales de 1549. Para entonces había bautizado al japonés con el nombre de Pablo de Santa Fe.
Llegaron a la ciudad japonesa de Kagoshima el 15 de agosto de 1549. El primer año lo pasó aprendiendo japonés y traduciendo a esta lengua, con ayuda de Pablo de Santa Fe, los principales artículos de la fe y los pasajes que necesitaba narrar para predicar y enseñar el catecismo. Cuando fue capaz de hablar en japonés, Javier comenzó a predicar e incluso logró algunas conversiones, pero esto le acarreó la enemistad de los bonzos y éstos le expulsaron de la ciudad. Hacia agosto de 1550 abandona Kagoshima, se introduce en la parte central de Japón y difunde el Evangelio en algunas ciudades del sur. A finales de año llegó a Meako, que en aquel tiempo era la principal ciudad de Japón, pero no pudo obtener resultados allí. Volvió de nuevo a la parte central y en 1551 anduvo predicando en algunas ciudades grandes, creando comunidades cristianas que más tarde crecerían muy rápidamente.
Después de estar trabajando en Japón unos dos años y medio, dejó esta misión al cargo del padre Cosme de Torres y del hermano Juan Fernández y volvió a Goa a principios del año 1552. Allí se encontró con un mal ambiente entre los jesuitas a causa de las disensiones entre el superior de la misión y el rector del colegio. Javier resolvió el conflicto y le surgió la idea de ir a China, porque en el tiempo que estuvo en Japón oyó hablar mucho de aquel país. Por mediación de algunos amigos consiguió que el virrey de la India le diese permiso para visitar al emperador de China como embajador y en abril de 1552 partió de Goa.
En Malaca encontró dificultades, porque los notables portugueses no veían con buenos ojos la expedición, pero Javier supo superar este obstáculo y en otoño llegó en un barco portugués a la isla de Shang-chuan próxima a la costa de China. Cuando andaba buscando la forma más adecuada para llegar al continente, enfermó y como los movimientos del barco empeoraban su estado, le llevaron a tierra y le pusieron en una triste choza que le prepararon. En esa penosa situación falleció.
El cuerpo del santo está enterrado en la que antiguamente fue iglesia de los jesuitas en Goa. En 1614, por orden de Claudius Acquaviva que en aquel tiempo era general de los jesuitas, le cortaron el brazo desde el codo para abajo y lo llevaron a Roma a la iglesia del Gesu.
La basílica del Bom Jesus de Goa, que antiguamente fue iglesia de los jesuitas y que guarda el cuerpo de San Francisco Javier. Este fue llevado allí 150 años después de la muerte de Javier. Fue un regalo del Gran Duque de Toscana Cosimo III de Medici. Hoy en día se conserva en un cofre hermético de vidrio dentro de otra caja de plata hecha por un orfebre florentino. Actualmente recibe muchos visitantes.
Altar de San Francisco de la iglesia del Gesu de Roma. En la parte baja de éste se encuentra expuesto el brazo del santo.
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