Indomable y visceral, Anna Magnani, la "mamma" por excelencia del neorrealismo en particular y del cine italiano en general, hubiese cumplido el pasado mes de marzo un siglo de una vida que, interrumpida en 1973 por un cáncer de páncreas, dejó clásicos perennes como Bellísima o Roma, città aperta.
Anna Magnani fue la primera actriz italiana en ganar un Óscar, pero sobre todo fue la imagen de un país cuyas historias se despojaban violentamente del glamour y se embadurnaban del polvo de las calles de su ciudad, Roma.
Era el inicio del neorrealismo, un nuevo lenguaje que revolucionó el cine mundial por su crudeza, que captaba una realidad sin aditivos y del que Magnani, al protagonizar una de las muertes más sobrecogedoras de la historia del cine en Roma, città aperta (1945), se convirtió en matriarca.
Magnani subió al estrellato con la película de Roberto Rossellini, dejó Hollywood para volver a Italia y protagonizar Mamma Roma (1962) de Pasolini, y se despidió para siempre con Roma (1972) de Federico Fellini.
Su rostro, de una expresividad arrolladora gracias a unos enormes ojos negros, se especializó en transmitir el sufrimiento.
Anna Magnani nació en Roma un 7 de marzo de 1908. Ella, en cambio, siempre defendió su procedencia de Alejandría (Egipto), adonde había huido su madre. Su desamparo como hija y su desesperación como madre de un único hijo inválido por la polio, parecían resurgir en cada una de sus interpretaciones.
Magnani tendría que esperar a Rossellini, que con Roma, città aperta descubrió su enorme potencial, la convirtió en su musa también en L'amore (1948) y le devolvió la ilusión sentimental, truncada por Ingrid Bergman y el romance que escandalizó al puritano Hollywood durante el rodaje de Stromboli (1949).
Magnani (que tuvo una relación apasionada con el director) se enfadó y enfurecida respondió con una mala copia del filme en Vulcano (1950), de William Dieterle.
Luciano Visconti la llamó para Bellísima (1951), en el que mostró un registro más conciso pero igualmente desgarrador. El director contó con ella en su nuevo proyecto, La carroza de oro (1953) -que finalmente dirigiría Jean Renoir-, y convirtió definitivamente a la actriz, pese a su belleza heterodoxa, en el objetivo de Hollywood o, más bien, en el capricho personal de Tennessee Williams.
El dramaturgo estadounidense escribió su nuevo drama pensando en ella, La rosa tatuada (1955), con el que ganó el Óscar a la mejor actriz. Volvió a optar al premio por Viento salvaje (1955), de George Cukor, pero esta vez no lo logró aunque sí se llevó el Oso de Plata a la mejor actriz en el Festival de Berlín. Con un nuevo texto de Tennessee Williams, Magnani protagonizó Piel de serpiente (1959, Sidney Lumet), con Marlon Brando y Joanne Woodward como compañeros.
Su regreso a Italia aún aportaría uno de sus grandes éxitos de crítica y público, Mamma Roma (1962), dirigida por Pasolini. Tras este papel, se refugió más en el teatro y en la televisión y ya en los setenta, consumida por el cáncer, Fellini la consideró imprescindible para redondear el abigarrado tapiz de su ciudad en Roma (1972), permitiéndole despedirse del cine interpretándose a sí misma. Un año después, el 26 de septiembre de 1973, Anna Magnani falleció.
(Fotos: 1 y 6: IMBd; 2 y 5: Miniposter; 3: The other side; 4: Wayitalia).