Innovadores de la comedia en la década de los 70, Bud Spencer y Terence Hill consiguieron darle al cine un nuevo aire en un periodo en el que parecía inmóvil, con películas como Y si no, nos enfadamos (1973) o Dos superpolicías (1976). Desgraciadamente, en aquella época nadie reparó en su talento, ni tampoco en su contribución a la industria del cine. A pesar de ello, cabe destacarlos entre los más grandes genios del humor de todos los tiempos, junto a nombres como Blake Edwards o Jerry Lewis.
Carlo Pedersoli (Bud Spencer) nació en Nápoles en 1929, estudió Químicas en la Universidad de Roma y es licenciado en Derecho. Además, fue en su juventud un gran nadador. Consiguió ser durante diez años campeón de Italia en los 100 metros libres y representó a su país en los Juegos Olímpicos de Helsinki (1952) y Melbourne (1956).
Mario Girotti (Terence Hill), por su parte, nació en Venecia en 1939, y sólo estudió Literatura Clásica Latina en la Universidad de Roma durante tres años. No obstante, mostraba una conciencia mayor del sentido último de la existencia (uno de sus hijos murió en accidente de tráfico). Tras algunas apariciones en películas como El gatopardo de Visconti, aterrizó en Tú perdonas... yo no, plantando la semilla, junto con Bud Spencer, de uno de los dúos cómicos más importantes del séptimo arte.
Su reconocimiento tanto artístico como comercial llegaría en 1970 con Le llamaban Trinidad, de Enzo Barboni, un western complejo, con unos personajes que huyen del maniqueísmo. La película tuvo un éxito arrollador y sentó las bases de una fórmula que repetirían en un sinfín de grandes películas, sin caer -y ahí radica su grandeza- en la redundancia.
Poco se ha hablado de sus diferenciados estilos (el primero más visceral e inmune a los golpes; el segundo más vulnerable pero también más inteligente), así como de lo que realmente esconden sus tan célebres mamporros. Y es que el golpe ha constituido, desde los filmes de Charles Chaplin o Buster Keaton, un elemento para expresar el descontento del orden social impuesto. Sus filmes, aunque mucho se ha frivolizado sobre el tema, están cargados de mensajes subversivos y revolucionarios.
En sus siguientes películas el humor se iba haciendo más complejo. Y si no, nos enfadamos (1973) es un claro ejemplo de ello. En ese filme, Hill y Spencer se enfrentan a un peligroso clan de mafiosos por haberles destrozado el coche. Bajo ese pretexto narrativo, la película habla del triunfo del trabajo, de la amistad o de la necesidad de que se imponga la justicia.
En 1978, tras realizar Dos misioneros y Dos superpolicías, llegaría Par impar, un filme que disecciona la corrupción en el mundo del juego y, por extensión, la naturaleza corrupta del ser humano.
Ya en la década de los 80, Terence Hill y Bud Spencer profundizaron en sus temas favoritos: el valor de la amistad (Quien tiene un amigo, tiene un tesoro), las reivindicaciones ecologistas (Estoy con los hipopótamos) o la denuncia social (Dos superpolicías en Miami).
Con la llegada de los 90, Bud Spencer y Terence Hill se vieron obligados a abandonar. El conservadurismo que se vivía en los Estados Unidos hizo que la industria cinematográfica apostara por las comedias ñoñas en detrimento del humor corrosivo, cínico y destructivo de Hill y Spencer. Era el final de uno de los dúos cómicos más importantes de todos los tiempos.
(Fotos: www.budterence.net)