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Marco Ferreri, un cineasta inclasificable
vie, 16 nov 2007 18:28:00 +0100

En sus 40 años de carrera, Ferreri dirigió una treintena de películas, varias de ellas verdaderos ejemplos de un cine sarcástico y conscientemente corrosivo. La crítica consideró sobre todo dos: Dillinger è morto (Dillinger ha muerto) y La grande abbuffata (La gran comilona). Su cine, original y teñido de humor negro, está lleno de situaciones paradójicas, de meditaciones sobre el sexo, la alienación del hombre y la muerte. Algunas de sus películas dieron tandems magistrales, como los compuestos por Catherine Deneuve y Marcello Mastroianni en La Cagna, o Sergio Castellito y Francesca Dellera en La Carne.

Marco Ferreri nació el 11 de mayo de 1928 en Milán. Era representante de licores y llegó al cine con la realización de unos cortometrajes publicitarios; más tarde trabajó en producción, se dedicó a la venta de aparatos de proyección y se trasladó a España, donde conoció al joven humorista Rafael Azcona. De su duradera y extraordinaria relación artística nacieron El pisito (1958), Los chicos (1959) y El cochecito (1960), tres películas marcadas por un corrosivo sarcasmo antiburgués.

Vuelta a su Italia natal

De nuevo en Italia, Ferreri siguió en la misma linea con L'ape regina (1962), una sátira anticatólica en la que se mofaba de la institución del matrimonio de tal modo que suscitó la ira de la censura. Al final todo quedó en varios cortes a la película y una ligera modificación del título.

La donna scimmia (Se acabó el negocio, 1963) no corrió mejor suerte. Era una amarga y lúcida parábola sobre las relaciones entre los sexos dominadas por la explotación del más débil, cuyo extraordinario final fue eliminado por decisión del productor.

La mirada implacable del director asomó de nuevo en "Il professore", el espléndido y feroz episodio de Controsesso (1964), y más tarde, en 1967, en el desigual relato antimachista L'harem (El harén). Sin embargo, dos años después, en 1969, firmaría su obra maestra: Dillinger è morto (Dillinger ha muerto), un ensayo inolvidable sobre el aislamiento del hombre en la sociedad capitalista.

Luego, en 1970, rodaría Il seme dell'uomo (El semen del hombre), una triste alegoría sobre el futuro. Un cuento kafkiano de sabor anticlerical, L'udienza (La audiencia, 1972) es uno de sus trabajos más notables. No obstante, alcanzaría otra vez la cumbre con el cuento de François Rabelais La grande abbuffata (La gran comilona). Abucheada en el festival de Cannes, obtuvo en cambio un enorme éxito de público. Se trata de una crítica feroz a la sociedad del bienestar y del consumo que termina por destruirse a sí misma. Ya en 1975 realizaría una curiosa reinterpretación de la mitología del Oeste en Non toccare la donna bianca (No tocar a la mujer blanca).

Desde entonces la carrera de Ferreri prosiguió con resultados alternos, volviendo a alcanzar rara vez, quizás únicamente en L'ultima donna (La última mujer, 1976) y en La casa del sorriso (1990) esa perfecta unión de ternura y crueldad de sus más memorables trabajos.

Su último trabajo, un emotivo homenaje al cine

Ferreri se despidió del cine no sin cierta melancolía con Nitrato d'argento (1995), un personal homenaje al séptimo arte donde repasaba la historia del cine y su evolución técnica y artística, evidenciando la enorme influencia de este curioso invento en el corazón y en la mente de los espectadores.

Ferreri fallecía de un paro cardíaco el 9 de mayo de 1997 en París. Estaba a punto de cumplir 69 años. Era el adiós de un cineasta a la vez genial e inclasificable.

(Fotos: http://www.italica.rai.it/)