Michael Gordon Oldfield ha sido un músico especial desde sus inicios. Resulta igual de complicado entender su obra como conocer su propia vida plagada de excesos. Ha sido y es uno de los personajes más excéntricos que ha dado la música moderna y, pese a todo, continúa con su dilatada carrera más de tres décadas después de su debut.
Oldfield nació el 15 de mayo de 1953 en Reading (Inglaterra). Podría decirse que el gusto por la música le vino desde muy pequeño, ya que la guitarra con la que su padre interpretaba villancicos despertó en él una gran pasión. De esa forma, cuando consiguió su primera guitarra empezó a tocarla siguiendo las enseñanzas de su progenitor, pero, sobre todo, improvisando y copiando a sus músicos preferidos hasta desarrollar su propia técnica.
Cuando tenía diez años, Oldfield ya componía piezas instrumentales para guitarra acústica. En aquella época, la guitarra era para él más que un instrumento, era una vía de escape de una situación familiar delicada (su madre era alcohólica). De todas formas, eso no fue un obstáculo para que pudiese desarrollar su vena musical, y al poco tiempo empezó a tocar en clubes locales de folk un par de aquellas piezas instrumentales de quince minutos cada una.
En 1967 dejó la escuela y formó, con su hermana Sally, un dúo folk de voz y guitarra llamado Sallyangie con el que llegó a editar el álbum Children of The Sun y un single "Two Ships". Después de un año se deshizo el grupo, y Oldfield orientó su música hacia el rock, organizando un grupo llamado Barefeet junto a su hermano Terry.
Tras ello se integró como bajista en el grupo Kevin Ayers & The Whole World, hasta su disolución en 1971. Esta banda fue la formación perfecta de la que Oldfield pudo sacar múltiples ideas que más tarde trasladaría a su primer disco. Durante el tiempo que fue componente del grupo, aprendió y perfeccionó sus conocimientos musicales, puesto que se convirtió en buen amigo del teclista del grupo, David Bedford, que le influyó, aconsejó y enseñó parte de lo que hoy sabe.
No obstante, lo que en realidad supuso un punto de inflexión para Oldfield fue el hallazgo de la quinta sinfonía de Jean Sibelius. Aquello le hizo abrir los ojos sobre lo que verdaderamente quería realizar: una larga obra orquestal compuesta de guitarras eléctricas y acústicas, pianos, teclados, xilófonos. Teniendo todo eso en la cabeza y aprovechando los ratos libres que le dejaba su colaboración con The Whole World empezó a grabar una maqueta en los estudios Abbey Road.
Una vez grabada la maqueta del disco que mundialmente se conocería como Tubular Bells Oldfield visitó una tras otra las casas discográficas de Londres para intentar que alguna publicara su proyecto, pero todas las compañías calificaban la maqueta como poco comercial. No les interesaba un disco con tan solo dos canciones de veinticinco minutos que no sonaban ni a pop, ni a folk, ni a música clásica.
Tuvo que ser Richard Branson, dueño de una modesta cadena de venta de discos a domicilio, y que tenía en mente crear un nuevo sello denominado Virgin Records, quien decidió darle una oportunidad a aquel joven hippy. Así las cosas, el definitivo Tubulars Bells se realizó en los estudios de Branson y fue grabado enteramente por Oldfield, que a sus diecinueve años se las arregló para tocar los veintiocho instrumentos que se pueden escuchar en el disco.
Tubular Bells se publicó el 25 de mayo de 1973 y en un mes ascendió al número uno de la lista de los discos más vendidos. Logró que crítica y público alabaran por igual aquel trabajo que exploraba un estilo musical desconocido hasta entonces. Además, Branson consiguió que varios extractos del disco se incluyeran en la película El Exorcista, por lo que las ventas aumentaron aún más.
(Fotos: 1, 2, 3: www.amadian.net; 4, 6: www.galeon.com; 5: www.mikeoldfield.org; 7: www.ymipollo.com)