Se encuentra en una loma cercana al barrio de Santa Lucía de Anduaga, al norte, en territorio perteneciente a Ezkio-Itsaso. Pertenecía a la familia Mendiguren, que lo habitó durante muchas generaciones. El caserío Igartubeiti fue adquirido por la Diputación Foral de Gipuzkoa a comienzos de los años 90. Por su características y por las estructuras que ha conservado, se trata de uno de los edificios más interesantes de Gipuzkoa. Acaba de ser reformado, respetando la estructura que adquirió el caserío con motivo de los trabajos de ampliación llevados a cabo el año 1630, en los que se acometieron las modificaciones más importantes sufridas por el caserío hasta la fecha. En esos trabajos de 1630 el espacio residencial sufrió una transformación completa ?se amplió notablemente?, pero apenas se tocó la estructura original del siglo XVI. En la actualidad, el caserío ha sido transformado en museo.

El origen del caserío Igartubeiti, tal como hemos mencionado, se remonta al siglo XVI. De esa fecha son la mayor parte de la estructura interior de madera (pilares y fachada interior) y el lagar de madera. Este primer edificio era completamente de madera, aunque de menores dimensiones que el actual.

En planta baja se localizan la cocina, la cuadra con la bodega y las habitaciones. La cocina ocupa el mismo espacio desde el siglo XVI. Junto a la puerta de la cocina se encuentra el contrapeso de piedra del lagar y el arranque del tornillo, que continúa en el desván. Frente a la piedra, la escalera de acceso al desván.

La cuadra se divide en dos zonas: la del ganado y la del almacenaje. El resto de la cuadra se utilizaba para guardar las barricas de sidra y el material de labranza de mayor tamaño (carro, arado...).

En el siglo XVI, el caserío contaba con un sólo dormitorio, al que se accedía desde la cocina.

En el centro del desván se encuentra el elemento más importante del caserío: el lagar. Se compone de una masera, sobre la que se coloca la manzana machacada. Encima tiene una viga de 10 m de longitud, y en uno de sus extremos vemos el tornillo, que atraviesa el suelo hasta la piedra situada en la cocina. Aunque el lagar sólo se utilizaba una vez al año, era el elemento que condicionaba las características del caserío. Las dimensiones del lagar determinan la longitud del edificio, y, como tiene un gran volumen, obliga a utilizar grandes piezas de madera (postes enterizos, piezas de grandes secciones...) para soportar el peso.

Los espacios situados alrededor de la masera se destinaban al almacenaje de alimentos, como secadero de forraje, para guardar habas, para curar los productos elaborados tras la matanza del cerdo, o para guardar herramientas de pequeño y mediano tamaño.