Se trata de un edificio de planta rectangular que se encuentra al final de un conjunto de viviendas y tiene tres fachadas libres. Está construido enteramente de hormigón y pintado en blanco. Cuenta con planta baja, entreplanta y cinco plantas más (en algunas partes, la planta superior está retranqueada). Todos los huecos del edificio son rectangulares y se distribuyen formando ejes. En el edificio predominan las estructuras verticales y horizontales, y apenas hay ornamentación. La poca que hay, además, es específicamente para separar las líneas. Las más destacables son bandas gruesas de hormigón, colocadas a modo de espolón.

Las esquinas son redondeadas, e intentaron evitar construir miradores. La entreplanta, aventanada, viene delimitada por el alero de una marquesina y el de la planta inmediatamente superior a ésta. En las plantas restantes hay ventanas y balcones corridos, y apenas hay vanos. Da una sensación de estabilidad.

La parte frente al puente de Santa Catalina presenta las mismas características, y se asemeja al puente de mando de un buque. La pintura blanca resalta aún más la escasez de líneas.

La fachada izquierda da al paseo de Ramón María Lilí, y presenta las mismas características que la fachada principal; podemos decir que ambas fachadas forman una unidad. La característica más destacable de las fachadas principal e izquierda es la marquesina que hay sobre la planta baja, muy saliente y sin ningún soporte.

La fachada derecha da al Paseo de Colón y se aleja un poco de lo descrito hasta ahora, ya que presenta dos miradores. En esta fachada se juega menos con los volúmenes; de hecho, al dominar las ventanas, el volumen es más plano.